lunes, 2 de abril de 2018

Granada, España



Granada es una ciudad y municipio español, capital de la provincia homónima, en la comunidad autónoma de Andalucía. Está situada en el centro de la comarca Vega de
Granada, a una altitud de 680 m s. n. m., en una amplia depresión intrabética formada por el río Genil y por el piedemonte del macizo más alto de la península ibérica, Sierra Nevada, que condiciona su clima.

En ella se encuentra la sede del partido judicial número 3 de la provincia, la de la archidiócesis que lleva su nombre, así como las del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Ceuta y Melilla, el Consejo Consultivo de Andalucía, el Consejo Escolar de Andalucía y el Colegio Notarial de Andalucía compartida con Sevilla. Granada alberga también la sede de diversas instituciones autonómicas de índole cultural y científica, como el Centro de Documentación Musical de Andalucía, la Biblioteca de Andalucía, el Instituto de Astrofísica de Andalucía, el Instituto Andaluz de Geofísica y Prevención de Desastres Sísmicos, el Instituto de Academias de Andalucía y el Centro de Estudios Escénicos de Andalucía compartida con Málaga y Sevilla. Además, es sede del Mando de Adiestramiento y Doctrina (MADOC) del Ejército de Tierra de las Fuerzas Armadas Españolas.

En 2017 la habitaban 232 770 personas (108 889 hombres y 125 869 mujeres),​ 498 365 contando el área metropolitana.​ Los barrios que posee son muy diferentes entre sí, en parte por la continuada inmigración acaecida hasta la década de 1990; los más importantes son el Zaidín, el Albaicín, el Sacromonte, el Realejo, La Chana, Almanjáyar y la Cartuja.

Fue capital del Reino Zirí de Granada, durante el siglo XI, y del Reino Nazarí de Granada entre los siglos XIII y XV. Tras la toma de la ciudad por los Reyes Católicos, se mantuvo como capital del Reino castellano de Granada, que ya era una simple jurisdicción territorial y que se mantuvo hasta 1833, momento en que se produjo una nueva división provincial en España, todavía vigente. Su escudo municipal ostenta los títulos de «Muy noble, muy leal, nombrada, grande, celebérrima y heroica ciudad de Granada».

Granada constituye un núcleo receptor de turismo, debido a sus monumentos y a la cercanía de su estación de esquí profesional, así como a la zona histórica conocida como La Alpujarra y también a la parte de la costa granadina conocida como Costa Tropical. De entre sus construcciones históricas, la Alhambra es una de los monumentos más importantes del país, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, junto al jardín del Generalife y el Albaicín. Su catedral está considerada como la primera iglesia renacentista de España.

La oferta cultural de Granada incluye una veintena de museos, entre los que destaca el Parque de las Ciencias de Granada (el segundo museo científico más visitado de España,[cita requerida] tras la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia) o el Museo de Bellas Artes de Granada, considerada la pinacoteca provincial más antigua del país. Además, la ciudad alberga la sede del Archivo Manuel de Falla y del Centro Federico García Lorca.

Al sur de la ciudad se encuentra el Parque Tecnológico de Ciencias de la Salud, un complejo que, además de acoger el mayor hospital de la provincia, también reúne centros de investigación, facultades universitarias e industria en el área de la investigación biomédica.

Edad Antigua


Los restos más antiguos que se han excavado en la ciudad de Granada se han datado hacia la mitad del siglo VII a. C. y corresponden a habitaciones pertenecientes a un oppidum íbero denominado Ilturir.

No se tiene constancia de asentamientos anteriores a esta época, aunque en las cercanías existieron poblados de importancia como lo fue el asentamiento argárico del Cerro de la Encina, en Monachil, a unos 7 km hacia el este, que fue abandonado hacia el año 1200 a. C.; o el de final de la Edad del Bronce, del Cerro de los Infantes, en Pinos Puente, a unos 10 km al oeste, fechado entre el 800 a. C. y el 700 a. C. y que, posteriormente, continuó siendo un poblado con el nombre de "Ilurco".​ Ilturir ocupaba unas 5 ha en la cima de la colina de San Nicolás, en la margen derecha del río Darro, justo donde enfila la vegadel río Genil.

​ Estaba rodeada de una muralla que, en el siglo VI a. C., se amplió como consecuencia del crecimiento poblacional. En el siglo IV o III a.  C., pasó a ser conocida por el nombre de Iliberri y quedó incluida en el área controlada por los bastetanos y, desde una perspectiva más económica que militar, por los cartagineses.

La derrota definitiva de Cartago en la segunda guerra púnica abrió las puertas de la ciudad a los romanos. Algunos autores indican, basándose en Tito Livio, que las tropas de Emilio Paulo fueron derrotadas en Ilurco, hacia el año 190 a. C., antes de que Tiberio Sempronio Graco conquistara toda la zona, hacia 180 a. C.​ No obstante, parece más bien que la sumisión a Roma se produjo como consecuencia de un pacto o acuerdo.​ Ilíberis, incluida en la Hispania Ulterior, obtuvo de César el título de municipio, con el nombre de Municipium Florentinum Iliberitanum, de forma que las fuentes romanas de los siglos siguientes la citan casi siempre como Florentia. Más tarde quedó englobada en la Bética y, finalmente, hacia el siglo I d. C., incorporada al Conventus Astigitanus.

Para algunos autores, se trató de una ciudad de gran relevancia.​ Sin embargo, las excavaciones arqueológicas no han convalidado este carácter de ciudad importante, que dio tres senadores y un cónsul a Roma, además de ser sede de un Concilio cristiano, alrededor del año 304. En cualquier caso, debió quedar arruinada en algún momento de la Alta Edad Media, pues a comienzos del siglo VIII, el solar se encontraba despoblado.

Edad Media


Al menos desde los tiempos de la creación del Emirato de Córdoba y hasta la caída del Califato, es decir, entre los siglos VIII y XI, el solar de la actual ciudad de Granada estuvo deshabitado, permaneciendo solamente los restos del oppidum ibérico, usado como fortaleza (hisn) en los tiempos de la Rebelión de los muladíes (siglo IX).​ Algunos autores consideran que pudo subsistir algún pequeño núcleo o alquería alrededor de Hisn Garnata, nombre con el que se conoció en época musulmana a la antigua Ilíberis.​ En cualquier caso, la ciudad importante en el período 712-1012, fue la vecina Madinat Ilbira, unos 10 km al oeste, que llegó a ser la capital de la Cora de Elvira y una de las ciudades más importantes de al-Ándalus.

Las turbulencias que originaron la formación de los Reinos de Taifas dieron el trono del de Granada a los Ziríes. El primero de ellos, Zawi ben Ziri, fundó la nueva ciudad de Madinat Garnata en 1013, alrededor del castillo existente, abandonando Medina Elvira, que quedó despoblada alrededor del 1020, y arruinada. A partir de entonces, la Granada musulmana tuvo tres fases claras de evolución:

Época zirí.- La zona que inicialmente se ocupó, de forma intensiva, es la situada en el centro del actual barrio del Albaicín, conocida como Alcazaba Cadima (al-Qasba Qadima). Para finales del siglo XI, ya estaba urbanizada la mayor parte de la colina, rodeada por una muralla que aún subsiste en buena medida embutida parcialmente en el caserío urbano. La ciudad zirí tenía una extensión de 75 ha y unas 4400 casas repartidas en varios barriossituados en la colina del Albaicín.

Época bereber.- La estructura urbana de la ciudad se modificó escasamente en el largo periodo de dominación de los almorávides y los almohades(1090-1269). Del análisis que de las fuentes árabes han hecho diversos autores se desprende que en época almorávide se amplió el recinto amurallado, abriéndose puertas como el Arco de las Pesas y Bib-Albunaida (Puerta Monaita), ambas aún en pie; también corresponde a ésta época la desaparecida Bib-Alfajjarin, o de los Alfareros, y el castillo conocido como Torres Bermejas.​ Los almohades dejaron edificios de interés, como el Alcázar Genil, y amurallaron los arrabales del este, donde hoy está el barrio del Realejo.

Época nazarí.- La creación del Reino de Granada impulsó el crecimiento y la riqueza de la ciudad, amurallándose los arrabales del Albaicín y levantándose la ciudad palatina de la Alhambra. Su construcción se inició por el rey Alhamar, aprovechando la existencia de una antigua fortaleza zirí. Su hijo, Muhammad II, erigió la mayor parte de las zonas palaciegas, y para el comienzo del siglo XIV existía ya una medina, con comercios, viviendas privadas y edificios comunitarios. La mezquita real (megit sultani) fue edificada por Muhammad III y, para entonces, Madinat al-Hamra era ya un verdadero núcleo urbano.​ La ciudad nazarí quedó organizada en seis distritos amurallados, comunicados entre sí por puertas que se cerraban durante la noche, y cada uno de ellos dividido en barrios de diferentes tamaños y carácter.


La ciudad permanecerá con esta estructura tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos, en 1492, aunque los once años que siguieron a la entrega de la ciudad generaron cambios que acabarían por modificar de forma importante su carácter.

El tránsito del reino nazarí a Castilla


A pesar de que, en 1491, un poderoso ejército castellano, que ya había sojuzgado casi todo el territorio nazarí en los cuatro años anteriores, penetra en la Vega de Granada y pone sitio a la ciudad, esta no cayó como consecuencia de un enfrentamiento entre ambos ejércitos, sino mediante un proceso de negociación que culminó el 25 de noviembre de ese mismo año, con la firma en Santa Fe de las correspondientes Capitulaciones, en las que se pactó un plazo de dos meses para la entrega de la ciudad, aunque finalmente ese plazo no se agotó y la rendición se produjo el 2 de enero de 1492.​ Las capitulaciones eran muy generosas para los granadinos: podían seguir practicando libre y públicamente su religión, se respetarían sus propiedades y se mantendría la vigencia del derecho islámico en litigios entre muslimes, creándose la figura de jueces mixtos cuando se tratase de litigios con cristianos. Se creó además un «ayuntamiento musulmán», y se previeron franquicias fiscales por tres años. Además, los reyes nombraron primer arzobispo de Granada a Hernando de Talavera, confesor de la reina Isabel y hombre moderado y con alta estima de la calidad moral de los vencidos.​ Sin embargo, cuando en 1499 la Corte se instala temporalmente en Granada, muchos se escandalizaron de la pervivencia del islam y de que la población asistiera masivamente a las mezquitas. El nuevo confesor de la reina, fray Francisco Jiménez de Cisneros, arzobispo de Toledo, inició una dura campaña de conversiones forzosas, con confiscación y quema de libros,​ encarcelamiento de alfaquíes y procesos inquisitoriales. Se realizaron conversiones masivas, aunque ello no disminuyó la presión sobre la población granadina pues, como relataba Diego Hurtado de Mendoza en el primer tercio del siglo XVI, «los cristianos nuevos, gente sin lengua y sin favor, encogida y mostrada a servir, veían condenarse, quitar o partir las haciendas que habían poseído, comprado o heredado de sus abuelos, sin ser oídos».​ Esta política generó graves revueltas en el Albaicín, especialmente tras la conversión por Cisneros de mezquitas en iglesias,​ que se extendieron a otras zonas del reino, y que fueron sangrientamente reprimidas (1499-1501). Los Reyes Católicos aprovecharon estos hechos para declarar nulas las Capitulaciones y ordenar una primera expulsión de moriscos y la reclusión de los restantes en un gueto situado en Bib-Rambla.​


Edad Moderna


Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla, Granada se mantuvo en todo momento fiel a Carlos I y el marqués de Mondéjar, desde su puesto de Capitán General, se encargó de dominar la situación ante cualquier eventualidad. No obstante, la ciudad no envío sus diputados a la liga de La Rambla, asamblea destinada a impedir que el movimiento comunero penetrase en Andalucía.​ Al principio, ciertamente, pidió una aplazamiento de las reuniones para consensuar la custión con el resto de las localidades bajo su jurisdicción, pero debido a la poca disposición que mostraron Sevilla y Córdoba por su planteamiento, terminó negandose a envíar diputados. Era pues, un asunto de honor respecto a su propia entidad como jurisdicción cohesionada.


Todos los viajeros y eruditos que visitaron Granada en el paso de siglo (del XV al XVI), mostraron admiración por sus edificios, especialmente los reyes Juana la Loca y Carlos V, quienes invirtieron grandes sumas en el mantenimiento y arreglo de la Alhambra y de otros edificios de interés, lo que facilitó la pervivencia de esta arquitectura.​ Pero ello no obstó para que, desde un primer momento, se desarrollara una política urbanística de afirmación del nuevo poder, levantando edificios de gran relevancia en los espacios más representativos de la ciudad musulmana: La Capilla Real, mediante cédula de 1504, en la que se depositaron los cuerpos de los reyes Isabel y Fernando, en 1521;57​ El Hospital Real, iniciado en 1511; la catedral, planteada en 1523; el palacio de Carlos V, en plena Alhambra, acordado por el emperador en 1526; la Chancillería, comenzada en 1531;​ etc.

Su carácter claramente musulmán generó pronto una animadversión hacia su aspecto urbano, comenzando las autoridades castellanas a considerarse en la obligación de transformarlo para resolver los supuestos problemas derivados de esa situación. Así, en 1565, Felipe II llegó a calificar en numerosas ocasiones como "peligroso" al Albaicín, y dio instrucciones en ese sentido al corregidor local.​ Este afán por extirpar el islam de la nueva ciudad, llevó a ir demoliendo las principales mezquitas: "Ibn Gimara" en 1521, la de la Antequeruela en 1540, la de la Alhambra en 1576... o transformándolas en iglesias cristianas. A la vez, se produjo una "castellanización" de la trama urbana, ensanchando calles,​ eliminando cementerios y fundando conventos. Se abren o reforman, a la vez, grandes plazas: Bib-Rambla, Campo del Príncipe (1513), Plaza Nueva (antigua "Hatabin", 1515)... Bernard Vincent indica que, «en el XVI, Granada era una ciudad en obras», conforme a un vasto programa de cambio, impulsado desde la monarquía de los Austrias.​

Inicialmente, el Albaicín quedó fuera de esta política de transformación, pero como consecuencia de la sublevación de los moriscos (1568), que fue iniciada desde el corazón del barrio, la población del mismo fue expulsada masivamente y, con ello, se produjo el abandono de viviendas, comercios y otros edificios, con lo que el barrio entró en un acelerado proceso de ruina (agravado por la rapiña de las tropas y las fuertes tormentas de 1580), que lo hizo pasar de los 30 000 habitantes de 1560 a los apenas 5000 censados en 1620.​ Fue, precisamente, en el siglo XVII cuando el Albaicín adquirió la imagen tradicional que ha perdurado hasta hoy, con cármenes, huertas y hábitat poco denso.


Tras esta época de grandes cambios, la ciudad no sufrió modificaciones importantes en su imagen y estructura desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XIX. Ello se explica por el fuerte declive que sufrió en la primera mitad de este periodo, tanto económica como socialmente, incapaz de resarcirse de la pérdida que supuso la castellanización (que afectó a actividades como la seda, o los cultivos de regadío) y la expulsión de los moriscos,​ además de una larga serie de catástrofes naturales (inundaciones, terremotos, etc.) y epidemias, especialmente de tifus. Así, la población descendió desde los casi 70 000 habitantes calculados para el primer tercio del siglo XVI,​ hasta los apenas 39 000 del censo de 1718.

A lo largo del siglo XVII se originaron una serie de algaradas y «motines de subsistencia» debido a su mala situación económica, siendo los más graves los de 1648. Tanto censo como economía se recuperan durante el siglo XVIII, básicamente como consecuencia de una fuerte disminución de la tasa de mortalidad y por la inmigración desde el resto de España, lo que se manifiesta en su importante legado barroco, llegándose a superar los 50 000 habitantes hacia 1752, según el Catastro de Ensenada,​ cifra que ya permanecerá estable mucho tiempo.​ Como consecuencia, en esta última mitad del siglo XVIII se realizaron importantes obras urbanas: los paseos de la Bomba y del Salón, el Paseo del Violón, todos ellos junto al río Genil y la plaza de toros del Triunfo (1768). También se produjeron demoliciones de edificios emblemáticos, como el castillo de Bibataubín, o la propia Puerta Real (1790).

Edad Contemporánea

Siglo XIX

La llegada del siglo XIX encontró una ciudad sacralizada, conventual y burocrática, sede de la Real Chancillería, con Universidad y un amplio estamento militar, lo que suponía la estancia temporal de numerosas personas, potenciando el sector servicios, el comercio y la artesanía. Además, la productividad agrícola de su vega la había convertido en una de las ciudades con renta más alta de España. De hecho Granada era entonces la tercera capital en votos a las Cortes.​ El clero, especialmente el clero regular, tenía un gran peso económico en la ciudad, en parte por sus grandes posesiones, en parte por sus actividades, que incluían la regencia de varias hospederías. La estructura urbana seguía manteniendo un carácter medieval, al menos en los barrios intramuros, y se conservaba aún buena parte del caserío de época musulmana, lo que la hacía una ciudad pintoresca pero insalubre. A finales del siglo XVIII se había producido un gran desarrollo de las industrias complementarias de los cultivos de la seda, el lino y el cáñamo que produjo un fuerte crecimiento económico. Pero ya a comienzos del nuevo siglo, este mercado comenzó a decrecer, en parte como consecuencia de la alianza de España con Francia en su guerra contra Inglaterra y posterior derrota de la armada franco-española en la batalla de Trafalgar(1805), que acabó por cerrar el mercado inglés, principal destino de las hilazas granadinas.


El 28 de enero de 1810 las tropas francesas con el general Sebastiani al frente ocuparon Granada, permaneciendo en ella hasta el 16 de septiembre de 1812. Este breve período supuso una grave carga económica, debido a las innumerables obras de fortificación que Sebastiani, primero, y Leval, después, hicieron en los alrededores de la Alhambra y el Castillo de Santa Elena. También desarrollaron algunas obras urbanas como el ajardinamiento de los Paseos del Salón y la Bomba y el puente Verde sobre el río Genil, situado al final de aquellos, aunque para levantar este desmocharon la torre del Monasterio de San Jerónimo,​ además de finalizar e inaugurar el Teatro de Napoleón (después, Cervantes). Antes de abandonar la ciudad, destruyeron varias torres de las murallas de la Alhambra y otros edificios que tenían uso militar.

Toda la primera mitad del siglo XIX fue una época de declive económico, estancamiento demográfico y deterioro del caserío urbano, lo que agravó los problemas endémicos de salubridad. A ello se sumó la pérdida de peso político y burocrático (p. ej. la Chancillería pierde su condición de tal y pasa a ser una Audiencia, que abarca solo a cuatro provincias). Las sucesivas desamortizaciones no contribuyeron a mejorar la situación, impulsando, por el contrario, un proceso de destrucción del patrimonio histórico de proporciones hasta entonces desconocidas.​ A partir del reinado de Isabel II el objetivo de las instituciones fue la "modernización" de la ciudad, la mejora de sus condiciones de salubridad y la renovación del caserío. El inesperado auge económico que en las últimas décadas del siglo XIX supusieron las azucareras de remolacha, la primera de las cuales se instaló en 1868,junto a la incorporación de Granada a la red de ferrocarriles, facilitaron esta labor impulsando el comercio y abriendo nuevas calles de formato moderno: embovedado del río Darro, creando así la calle Reyes Católicos; apertura de la Gran Vía de Colón (demoliendo numeroso caserío de origen musulmán, incluyendo el palacio de Cetti Meriem);​ derribo del antiguo Zacatín, etc. Así, Granada adquirió una imagen burguesa y modernizada, aunque a costa de mermar su patrimonio. El profesor Gaya Nuño, dijo que «Granada era una de las dos ciudades de España que más pérdidas había sufrido en su patrimonio histórico, junto a Zaragoza».

Siglo XX

Al comienzo del siglo XX Granada estaba situada en una buena posición social y económica dentro de España, con una economía en crecimiento basada sobre todo en la remolacha y con perspectivas de industrialización importantes. Este proceso se mantuvo, al menos, durante el primer tercio de siglo.77​ El crecimiento demográfico se aceleró a partir de 1900 (75 900 habitantes, en ese censo, 103 368 en el censo de 1920, 155 405, en 1940); doblándose la población en pocos años, tanto de la ciudad, como de los pueblos de su cinturón.78​ Este proceso fue paralelo al desarrollo de corrientes regeneracionistas, aunque sobre una estructura política encorsetada, fuertemente caciquil e incapaz de aprovechar todos estos factores, controlada por un grupo poco permeable de "representantes en Cortes" compuesto básicamente por terratenientes y algunos profesionales, sobre todo catedráticos de la Universidad y abogados.79​ En este período, partidos como el PSOE y el Partido Republicano Autónomo de Granada (PRAG) consiguieron aglutinar a una parte importante de la población que será decisiva en las Elecciones municipales del 12 de abril de 1931, consiguiendo conjuntamente 30 de los 45 puestos en disputa. En el primer periodo de la II República la ciudad fue gobernada por socialistas y republicanos autónomos, aunque estos se disgregaron como partido en 1932. Parte de ellos se integraron en el Partido Radical que creció en votos hasta igualar a los socialistas en 1933. Este período (1931-1933) fue socialmente conflictivo en la ciudad, con numerosos disturbios y choques callejeros protagonizados especialmente por trabajadores del sector azucarero que fue muy activo.80​ Se reforzaron también, de cara a las elecciones de 1933, las posiciones conservadoras de Acción Popular y la Unión de Derechas que, después de ganar las elecciones generales junto con los radicales, gobernaron el ayuntamiento a través de una Comisión Gestora tras destituir en pleno a la anterior corporación. En el periodo 1933-1936 el Partido Radical quedó prácticamente desaparecido en Granada y la conflictividad social creció; sin embargo las elecciones de ese año, inicialmente, las volvieron a ganar las derechas, aunque con un cúmulo tan grande de irregularidades que las protestas socialistas modificaron los resultados.


El 20 julio de 1936 elementos comprometidos en la conspiración militar contra la República se sublevaron y se hicieron con el control de la ciudad. El barrio del Albaicín logró resistir varios días a los militares rebeldes, pero la resistencia cesó el 23 de julio. El estallido de la guerra civil dejó a Granada como zona sublevada aislada entre zonas controladas por el gobierno republicano, lo que dio lugar, sobre todo en los primeros meses, a un gran número de detenciones y ajusticiamientos políticos (García Lorca entre ellos): 3969 personas fueron fusiladas entre 1936 y 1956 en las tapias del cementerio granadino.82​ Durante la guerra, el ayuntamiento acometió un ambicioso Plan de Reforma y Ensanche de la ciudad, activado especialmente a partir de 1938, con la llegada a la alcaldía de Antonio Gallego Burín que supuso un adecentamiento de gran número de edificios y zonas de la ciudad pero también la desaparición de barrios enteros, como La Manigua, donde se abrió la actual calle Ángel Ganivet.

Buena parte de la conflictividad social del periodo republicano estuvo originada por la fuerte crisis económica que, en Granada, supuso la caída del sector azucarero que llegó a tener en la ciudad un carácter especialmente grave. En 1926 se desmontó la primera de las fábricas (la de Santa Juliana) siguiéndole las demás hasta que, hacia 1940, acabaron por cerrar las últimas aún en funcionamiento dando por terminado un ciclo expansivo que no tuvo ya alternativa económica.​ Así pues el grave impacto de la guerra, sumado a la pérdida del tejido industrial y a la exclusión de Granada de las zonas apoyadas por la Ley de Protección de la Industria Nacional de 1939, dieron lugar a que la ciudad se estancara económicamente y retrocediera en su demografía, especialmente como consecuencia de la emigración, quedando descolgada del desarrollo que se dio en España a partir de finales de la década de 1950. En la posguerra Granada cayó en los índices de renta a los últimos lugares del país y se constituyó, básicamente, como una ciudad burocrática y universitaria. Solo en el último tercio del siglo se desarrolló un potente sector terciario gracias al turismo. En cualquier caso el desarrollismo de los años sesenta y setenta modificará de forma importante la imagen de la ciudad, que avanzará sobre la vega y reformará su estructura interna continuando de alguna forma la política del último siglo, demoliendo caserío antiguo para ampliar las calles por la presión del tráfico urbano.

El 19 de abril de 1956 sucedió el segundo terremoto más importante en la historia de la capital, conocido con los años como el terremoto de Albolote.


Urbanismo


El desarrollo urbanístico de la ciudad ha sido muy intenso a lo largo del siglo XX debido al aumento continuo de la población que pasó de 75 570 habitantes en el año 1900 a 244 486 en el año 2000. Este aumento provino del crecimiento vegetativo y de la inmigración procedente, principalmente, de otras localidades de la provincia de Granada. Este crecimiento supuso la aparición de nuevos y extensos barrios fuera del perímetro histórico de la ciudad, especialmente a raíz del bienestar económico derivado de las fábricas de azúcar, entre las últimas décadas del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, aunque el centro de la misma mantuvo su carácter intrincado, con un dédalo de callejuelas y pequeños espacios urbanos, incluso a pesar de los grandes ensanches y modernizaciones de esta época (apertura de la Gran Vía, trazado de la calle Ganivet...), que eliminaron barrios históricos enteros. Este proceso ha supuesto que los actuales barrios de la ciudad sean muy diferentes entre si en tamaño y población.

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